Fundación Expedición Eólica

jueves, 18 de marzo de 2010

La Mala Costumbre



 Lo malo de vivir en el trópico es que andamos mal acostumbrados con el tema del clima. Después de varias semanas de intensa sequía, donde, además de ver desde el Ávila hasta cualquier montecito,terreno, maticas o afines en alguna carretera venezolana arder por las llamas, por fin llega una pequeña lluvia. No fue un gran aguacero, mucho menos un diluvio, pero si una lluviecita que aunque de escasa a brevísima duración diría yo, fue un tanto intensa. lo suficiente para mojarnos los zapatos al cruzar una calle, o correr a buscar una bolsa para no empapar el secado de pelo, que bastante caros están. Pero... y lo cumbre es que en mi transcurrir como transeunte durante cuadra y media, que es donde estaba estacionado el carro escuché con gran asombro como la gente se quejaba de la cola que se iba a formar, del pelo que se mojaba, de tener que comprar un antigripal por siaca, y un sin fin de cuentos más que deja mucho que desear con respecto a lo que son las necesidades de todos para centrarnos en nuestras propias necesidades.
Que más dá mojarse los pies, o que se  nos caiga el secado, o  pasar un tiempito más en la cola (total, ya bastante tiempo pasamos allí). Es que acaso no podemos alegrarnos por ese poquito de agua que le llega al Ávila para que su próxima quema sea menos intensa? o a cualquier monte que bastante seco está ya. Ademas la lluvia ayuda a limpiar este terrible olor a parrilla sin carne que está circundando en Caracas y sus alrededores y también despeja un poco el ambiente sombrío y lúgubre que se percibe en las noches, ya percibido con anterioridad por la escasez de electricidad.
No seamos tan egositas y antes de quejarnos, pensemos como vive la gente en países donde la lluvia es lluvia, y la sequía es sequía, les aseguro que no se quejan tanto como nosotros.

martes, 9 de marzo de 2010

Fiestecita Carnestolenda

Una de las mejores cosas que ofrece el carnaval es poder vivir la vida en colores. Grandes y chiquitos, altos y bajitos, rubios o indios viven sus mejores historias a través de un personaje de ficción. Unos lo hacen por motus propius, las más pequeños porque los papás quieren revivir en ellos sus fantasias o porque en el colegio preparan un acto con un montón de tonalidades para revivir una vez al año la vida del carnaval.
Esta vez lo viví de cerquita gracias a mi sobrina preferida, la más chiquita y la alegría de la familia, quien ahora forma parte del grupo de Danzas de la casa de la Cultura de Chacao, donde religiosamente asiste de la mano de su papá, y tanto ella como su comarca de amiguitas no pierden oportunidad de salir al ruedo cada vez que hay un sarao. Todo ello por supuesto con la ayuda de sus dedicadas profesoras de danza quienes las incentivan a mover el esqueleto cada vez que tienen una oportunidad, y si no la tienen la inventan.






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