Fundación Expedición Eólica

martes, 11 de junio de 2013

Conociendo a la Laguna




Hace unos 5 años fuí por primera vez a la  Laguna de Tacarigua. En ese momento René y yo estabamos buscando lugares de vuelo para el proyecto de recorrer la costa venezolana en Paramotor. No nos imaginamos que ese lugar nos iba a atrapar como lo hizo.
Desde entonces he ido, casi, infinidad de veces. Quizá por eso se me hace tan cotidiano ese lugar, y esa misma cotidianidad hace que lo extraordinario se vuelva común. 
La Laguna tiene muchas maneras de explorarlas. Hay quienes prefieren echarse en la Boca a escuchar música y tomarse unos tragos. No es la manera como la concibo. Si llegas a Inparques puede pagar por un módico precio un paseo en lancha por el Parque Nacional, eso sí, pregunten de todo al lanchero porque la idea no es hacer un paseo y ya, sino descubrir cómo se llama cada ave y especie que allí se encuentran y ellos son medio flojos si la gente no se vuelve curiosa. Pueden ver pelícanos, garzas chusmitas, corocoras rojas, cotúas, tijeretas de mar, pico de tijera,  viuda pataslargas, y un montón más.


Otra manera es descubrirla en Kayak. Nosotros tenemos botes inflables que dan para meterse en cañitos muy chiquitos y escondidos y ahora unos kayaks de travesía que son bastante más rápidos, pero también más grandes. Lo ideal es que contraten el servicio con alguna operadora. Allí mismo están Jorge y Claudia Buzzo, que además de ser pioneros en la actividad del kayak en Venezuela, tienen equipos que alquilan y dan un sabroso paseo por los lugares más bonitos del parque.
La otra manera y la más novedosa es mirarla desde el aire. Si, desde un paramotor, que no es otra cosa que un aparato que lleva un motor para empujarlo y un parapente, unido a un trike o carrito donde se va cómodamente sentado. Normalmente se despega desde la Boca y se vuela por toda la costa con vista a el inmenso parque nacional. Así que no pueden decir que no hay nada que ver en esa zona de mangles, arenas, y mar.
Para los más relajados, pueden optar por llevar una caña de pesacar e intentar hacerse con su propia comida. Nosotros lo intentamos una sola vez y en 5 minutos ya había picado un bagre. Si, ya sé que es lo mejor para comer, pero es que allí abundan especies y con un poco de paciencia de seguro terminan con un róbalo o un sábalo. En el peor de los casos si no se les da pueden optar por un lebranche a la brasa con camarones al ajillo y tostones en cualquiera de los restaurantes de Tacarigua. Recomendados el Restaurante de Poleo y el Sol Ardiente.
Lo importante es que vayan con los ojos abiertos, listos para descubrir todo lo que le pase por delante y de vez en cuando echar una mirada arriba, tal vez estemos por allí.














lunes, 28 de enero de 2013

Remando en la Gran Sabana (Parte 2 de 2)


Después de dormir plácidamente luego de una noche estrellada y despertar con un día claro, nos dimos cuenta que los pemones no iban a llegar. David tenía que ir a Santa Elena y Gero lo acompañaría, así que después de un breve paseo a ver las cortinas de Yuruaní decidimos que René y yo nos quedaríamos a cuidar el campamento. Yo insistí un poco más y fuí nuevamente a Kumarakapay pero la gente de allí no había visto a nuestro contacto. Ya en la tarde René y yo emprendimos una caminata al mirador de Yuruaní, que nos quedaba justo en la montaña de atrás. Así nos movíamos un poquito y de paso teníamos el Campamento a la vista. Hicimos algunas fotos y nos sentamos a conversar con el paisaje de fondo. Nuestros compañeros llegaron ya entrada la noche, nosotros suponíamos que estaban haciendo relaciones sociales en Santa Elena pero habían estado retenidos en San Ignacio por más de dos horas porque y que faltaba un papel del carro que milagrosamente apareció y no tuvieron más remedio que dejarlos ir. Hubo cena calmada, descarga de fotos y contemplación de estrellas.

Amanecí después de un sueño profundo gracias a par de antialérgicos, para darme cuenta que René y Gero se habían ido a remar, esta vez con un río apacible, llano y claro. Nada de corrientes fuertes, turbulentas y revueltas. René, en un intento por entender a la naturaleza optó por meterse con calma por los rápidos donde casi quedó su pie atrapado hacía dos días atrás. Esta vez le llegó de manera calmada, entendiendo el fluir del agua. Claro, eso me lo explicaría en la segunda tanda de la remada que hiciéramos juntos ese mismo día. Yo disfruté el espectáculo con un río lento, llano, manso, como quien se queda dormido después de una rabieta. Sólo un par de rápidos pasamos y yo gocé un montón, de hecho volví a pasar por el primero intentando tener un choque de adrenalina después de una tranquila remada por el Soroape. El último lo pasé de espalda porque no me dio tiempo de enderezar el kayak y sentí que las piedras me dejarían atrapada si intentaba enderezar, así que me dejé llevar y sentí cómo la corriente me empujaba sin tanto tumbo a nuestro lugar de destino. Más tarde me dió por pensar nimiedades, como que si la naturaleza se presenta ante la gente tal y como es cada quien. René y David son dos torbellinos de ideas, no paran, no descansan, siempre están en constante movimiento y al más mínimo intento de parar se aburren. Gero y yo somo más que relajados, podemos pasar una tarde leyendo y una noche viendo estrellas en el cielo. Así que por esas tonterías de la vida pensé que el río se manifestaba tal y como eramos. Tonterías que piensa uno entre tanta paz. 
Esa misma tarde recogimos campamento, ya que en nuestro empeño por dejar los  donativos a niños y jóvenes pemones, aceptamos una invitación de última hora a la comunidad de  Kinonbón Barú, en la vía a El Paují, así que teníamos la excusa perfecta para hacer algo.  Esa noche harían una presentación con bailes típicos los niños de la escuela del lugar. Después de una tormenta que se acercaba nos despedimos de nuestro hogar de varios días para rodar hasta Santa Elena, llamamos a nuestro anfitrión, otro pemón, que nos esperaba para ir a la comunidad indígena. Cenamos pastas y pizzas en el Restaurant Alfredo del pueblo y comenzó el periplo de buscar posada porque todavía no sabíamos a ciencia cierta cuál era el plan con la invitación improvisada. Nos recomendaron un hotel en el centro del cual huimos despavoridos. Las habitaciones disponibles eran de paredes desconchadas, puertas carcomidas, unas camas, que sin llegar a sentarnos parecían chinchorros y cables colgando en el techo como prueba de una instalación eléctrica improvisada. Amén del olor a hierba que se respiraba en el estacionamiento, donde al menos tres hombres conversaban en perfecto portugués. Mi desánimo era evidente. Buscamos otro hotel, pero el precio era extravagante, y pensamos en pagarlo pero no tenía jacuzzi; ni siquiera bañera. No valía la pena.

Fuimos a otra posada, esta vez atravesando una casas no muy bonitas, y pensamos que íbamos directo a un lugar igual de malo o peor que el anterior, pero al llegar al final de la larga calle vimos una entrada agradable, un corredor con un piso hecho con esmero, un lobby acogedor, la entrada de cada habitación tenía un color distinto y llamativo, en cada puerta había una figura alusiva al nombre de cada cuarto y los perros del lugar estaban pulcros y con pelaje brillante y sano, además de educados. Nos gustó, así que si había habitación allí nos quedábamos. Una cuádruple era la opción. Cada quien aseguró su cama y salimos con el amigo pemón a la comunidad. Rodamos como 25 minutos y al llegar nos recibió el capitán, junto a una valla socialista inmensa. Entramos a un lugar que pecaba de silencioso y el amigo pemón nos dice que la actividad fue pospuesta para mañana en la mañana porque los niños se habían ido a dormir y las maestras habían reorganizado la actividad. La cara de frustración era anormal. Ya por consenso, hacía un rato, se decidió que al día siguiente regresábamos a Puerto Ordaz. Lanzamos un globo de los deseos para no dejar y mientras regresábamos no dejamos de comentar historias  como que el gran macizo había sido tragado por un incendio voraz producto de un pequeño globo. Nos despedimos, dejando claro que volveríamos en otra ocasión porque ya mañana al amanecer arrancábamos a Puerto Ordaz.

 Salimos frustrados con los donativos a cuesta. Dormimos profundo y al amanecer ordenamos todo para ir a Jaspe a hacer fotos y para aliviar la frustración se me ocurrió dejarle toda la ropa que había llevado a mis amiguitos pemones. Hicimos parada en San Francisco y buscamos a las tres niñas y sus hermanitos. Le dejamos toda la ropa y hasta una botas nuevecitas como para subir al Roraima. Salimos aliviados, pensando que al menos la cosa no resultó tan chueca. Se me hizo rapidísimo el recorrido hasta la Sierra de Lema y es que atravesar la Sabana siempre te deja con ganas de más. Ya después de allí se me torna aburrido, así que esperaré a repetir la experiencia, esta vez con menos pretensiones. Total, nunca sabemos cuándo y cómo vamos a volver. Hasta pronto Gran Sabana, nos vemos a la vuelta!
Para ver todas las fotos entra por aquí Remando en la Gran Sabana.
Foto: René Kreft










viernes, 4 de enero de 2013

Remando en la Gran Sabana (parte 1 de 2)

Sí, ya sé que muchos se preguntarán por qué fuimos a remar y no a volar a la Gran Sabana? Hace ya un par de meses René y yo habíamos decidido que en Noviembre iríamos al Sur de Venezuela, el plan inicial era ir un grupo con varios paramotores a volar donde se pudiera. Hubo algunas rutas trazadas que obviamos por la  logística complicada, optamos por dejar los inventos y el plan cambió a llegar al mismo lugar donde estuvimos hace dos años. Hice los contactos, gestioné permiso, conversé con gente de allá y se fueron dando algunas cosas. Los paramotoristas invitados arrugaron antes de salir, así que decidimos que iríamos solos; René y yo. Bienvenido todo aquel que quisiera unirse, pero sin variar el plan porque ya la fecha estaba cuadrada.
Pero como dice el dicho: "La vida es todo aquello que pasa mientras haces planes" justo dos semanas antes del viaje se fundió el paramotor en pleno vuelo. Sí, así mismo, fundido, lo cual sería un percance de pequeñas proporciones si estuviésemos en cualquier lugar del mundo menos en Venezuela, donde pasa a ser catástrofe de gran escala, y digo esto porque había que pedir el pistón a Italia, ya que aquí no se consigue, había que hacer transferencia en moneda extranjera, cosa que también se complica gracias al control de cambio, y por si fuera poco teníamos que esperar a que la pieza llegara para hacer el asentamiento del motor. Se pidió la pieza, se hizo la transferencia y esperamos un rato... La fecha estimada de salida era el 25 de noviembre, pero decidimos postergarla una semana dando chance por la piecita. A pesar de haberme hecho amiga del mensajero que trae las encomiendas, nada que llegó. El viernes 30 ya estaba decidido que bajábamos ese fin y así hicimos.


Después de un retraso en la salida, el domingo 02 a las 10 de la mañana nos encontramos con mi hermano en Guatire . Él en su carro y nosotros en la Cleta, rumbo a Puerto Ordaz. Conseguimos un poco de lluvia y yo llevaba a cuesta un poco de mareo. Me suele pasar que si no manejo termino medio chueca, así que le hice compañía a mi hermano Gero mientras intentaba dormir un ratito. Llegamos a tiempo para ir a comer al Orinokia Mall y comprar algunas cosas de última hora en la farmacia. Llegamos a la Posada Kavak donde nos instalamos en el breve paso por Puerto Ordaz. 

El lunes antes de que se asomara el sol, David, nuestro amigo de Guía Guayana estaba como un clavel, listo y presto a venirse también con nosotros. Al mejor estilo venezolano, donde tenemos la gasolina más barata del mundo, arrancamos cuatro personas en tres carros. Sí, para que tengan una idea, un tanque de gasolina cuesta 1 dólar si lo calculamos a precio oficial o 1/4 de dólar si es al paralelo...
En fin, ya pasando los cuatro grandes pueblos, que nunca sé en qué orden van, Guasipati, el Callao, Tumeremo y El Dorado, llegamos a Las Claritas, el punto más feo de todo el recorrido, pero el que saca la sonrisa porque ya allí observas perfecto el gran tepuy al fondo que es el macizo guayanés y el que se remonta subiendo toda la Sierra de Lema para entrarle a la Gran Sabana. Sin duda que es un recorrido que le cambia el rostro a cualquiera, subir ese bosque de verde intenso, húmedo, tupido y luego dejar ver esa inmensa explanada que se pierde de vista es algo que todos deberían vivir al menos una vez.

Ya allí me cambió el ánimo por completo, ya no había mareo que pudiera conmigo y el recorrido se me hizo cortico, eso sí, el trayecto estuvo con una llovizna perenne y una nube infinita que parecía no acabar, pero aun así fue sabroso. Era como una perfecta bienvenida bañada de rocío sabanero. Llegamos a San Francisco de Yuruaní, donde el contacto pemón debía estar esperándonos, pero hacía una hora que se había ido. No importaba, total, de seguro aparecía al día siguiente.
Fuimos raudos a acomodarnos, esta vez bajo una churuata inmensa y el terreno alrededor perfecto, llanito, como si una aplanadora hubiese hecho el trabajo, digno de  babeo para los que vuelan. La pista perfecta pues. Terminando de armar campamento nos cayó un palo de agua con furia. Sólo pensabamos en la planta eléctrica y si era capaz de sobrevivir, y la planta china sobrevivió!

A la mañana siguiente llevé a René y David que decidieron ir a remar desde el balneario de Soroape para conocer la ruta, yo me devolví al campamento y acordamos que en tres horas los buscaría en el río Yuruaní justo frente al pueblo.  Igual teníamos radio y por allí hablábamos.
Mucho antes de las tres horas estaba en el lugar acordado, una niñas pemonas me acompañaron a orillas del Río mientras tímidamente jugaban y yo era víctima de los hambrientos puripuris que se alimentaban de mí. Veía pasar troncos a cierta velocidad en el río y estimaba que no tardarían mucho en llegar. Decidí dar unas vueltas a ver si veía rastros en alguna otra parte, pero nada. Nuestra estimación inicial era llegar a la Represa El micro, y aunque estaba lejos, como 11 kms río abajo, intenté llegar, pero me perdí. Llegué a San Ignácio y de vuelta  paré en el lugar acordado pero nada. Seguí a Soroape a ver si habían remontado el río y tampoco. Comencé a angustiarme, teníamos radio pero ya no había comunicación, hacía rato que no hablaba con ellos. 

Me instalé en la orilla del río Yuruaní de nuevo y para tranquilizarme comencé a hacerle fotos a las niñitas a ratos y de vez en cuando daba gritos fuertes esperando que alguien respondiera. Pregunté a los policías por la represa y me dí cuenta que  si iban a llegar a algún lado no sería hasta allá porque estaba lejos de la carretera, aun así no perdía nada con llegar, no fuese que la corriente los hubiese obligado a seguir. Ya el tiempo apremiaba y veía como otra vez se formaba una tormenta con relámpagos al fondo, imaginaba la furia del río y a estos dos seres en kayaks inflables dando tumbos como los troncos que ví bajar un par de horas atrás. Uno de los policías de Kumarakapay, quien  me había visto pasar como 4 veces decidió acompañarme hasta la entrada de la represa, no fue sino justo allí cuando vi dos sujetos revolcados y llenos de barro hasta los ojos llegando a la carretera mucho más adelante del lugar acordado. 
Dejamos al amable policía y emprendimos el regreso que estuvo lleno de cuentos de los rápidos que no estaban en el plan, de un río con una caudal mucho más grande del que pensamos debido a dos días de lluvias trancadas, de un error de cálculo, pensando que nos encontraríamos en la playita del Yuruaní, cuando realmente el Soroape, por donde venían,  se une con el Yuruaní más abajo de la playa, y de toros enardecidos en el único claro donde estos kayakistas tuvieron chance de parar para no seguir río abajo sin saber a dónde iban a llegar y de cómo tuvieron que entrarle a varios pantanos para llegar a la carretera. De una antena de radio que caía al fondo del río y de las fotos que no hicieron porque la corriente no daba para sacar cámara sino para intentar llegar a puerto seguro. Ya contentos de estar en el campamento hubo comida y luego chocolate caliente, aderezado con los cuentos. Al día siguiente ya veríamos si podíamos pasear porque el amigo pemón tampoco apareció hoy. Como el cuento es largo, voy por parte.
Si quieres leer el resto, La historia continua aquí.
Si quieres ver más fotos dale aquí fotos "Remando en la Gran Sabana".

jueves, 8 de marzo de 2012

UN VUELO EN EL JARILLO

 
Fue en 1890, cuando los hermanos Gregorio y Emilio Breidembach decidieron, después  de comprar un lote de tierras a Altagracia de Tovar, radicarse definitivamente en lo que se conoce hoy como El Jarillo, una zona montañosa que va desde los 1200 a los más de 1800 msnm. Hoy es una zona turística conocida por sus sembradíos de duraznos, fresas y sobre todo porque, a pesar de sus condiciones climáticas, casi siempre adversas, se practica allí el vuelo en parapente. Basta con acercarse para  tener un referente visual con telas de muchos colores volando en el cielo. 

En Carnavales, y para evitar las largas colas y los extenuantes maratones que son inevitables con cualquier plan de 4 días en este país, René y yo decidimos irnos dos días a este pueblo. Arrancamos el domingo después de desayunar. Tomamos la panamericana vía Los Teques, nos desviamos en San Pedro y subimos vía Pozo de Rosas. Nos echamos poco más de horas gracias a la cantidad de carros que iban en la misma dirección. Ya llegados al lugar bajamos TODO el perolero que incluye desde equipos de vuelo, juguetes fotográficos, hasta nuestras cobijas, edredones y almohadas. Nos instalamos en la posada Refugio del Águila, que comenzó como restaurant y ahora ofrece 5 habitaciones sencillas y amplias, donde lo mejor que tienen es la vista sobre el amplio valle que se pierde de vista hacia el infinito.
Ya instalados agarramos las sillitas y nos sentamos a ver los parapentes surcar el cielo. Lo primero que llamò mi atención es que no había ni un solo parapente monoplaza, ese que se usa para volar solito. Sólo hay parapentes tandem o los que se usan para volar con dos personas. Intuyo que es por la época y es momento de hacer negocio y poner a volar a ese gentío que en una especie de cola se acercan desesperados a preguntar cómo se hace para volar y cuánto cuesta eso... 
El día estaba medio nublado y decidí no hacer fotos sino un videito. Esperamos mejores condiciones y René y yo salimos a volar. Habían condiciones térmicas o movidas pero nada que daba buena luz para hacer foto decente. Estuvimos como una hora en el aire y aterrizamos un poco más abajo del lugar habitual porque había un tumulto de gente en el lugar de aterrizaje. Me pareció sorprendente el nivel de inseguridad que existe allí. Hay que gritar desde el aire a las 50 ó 60 personas que están observando que se echen a un lado para poder aterrizar.  Ví a más de un piloto casi llevarse a la gente por delante. 
 Al aterrizar sufrí lo que se conoce como mal de tierra. Esa sensación de mareo que pega cuando estás de nuevo en el suelo. Me senté un rato a esperar que pasara mientras hacía unas fotos a las niñitas de Ángel Alemán, el compadre-amigo de René que había llegado con la prole. Ya con hambre, decidimos irnos todos a comer a la Colonia para variar un poco. Al llegar, tuvimos que meternos por todos los caminos verdes porque la cola era anormal. Mala idea ir en esa temporada. Pasamos casi una hora dando vueltas para entrarle al restaurante del hotel Bergland. Yo opté por comer una ensalda mientras el resto se fue por la  oferta alemana. Estuvo bien, pero standard. Ya de salida nos comentó el parquero que en dos ocasiones durante el día tuvieron que cerrar el paso en el Arco de la entrada al pueblo porque todo estaba colapsado. Yo sólo sentía claustrofobia de pensar en quedarme atrapada ahí. Huimos como pudimos. René y yo nos quedamos en El Jarillo mientras que el resto siguió su camino a casa. Ya entrada la noche, René tuvo un episodio de indigestión que no pudo ser resuelto fácilmente. No teníamos un solo vaso por lo que tuvimos que improvisar pedacitos de AlkaSeltzer con chorritos de agua  de la única botellita que había, además, el frío extremo hacía estragos, muy a pesar de las cobijas y edredones traidos de casita. 
Apenas se metió el primer rayo de luz en la habitación salté de la cama para asomarme por la ventana y deleitarme con el paisaje sin siquiera salir de allí. La mañana estaba helada, casi tanto como la noche.Ya con medias para el frío y dos pijamas, par de sueter y bufanda salí a hacer algunas fotos sobre el Valle. René no tardó mucho en salir también. Todo estaba perfectamente despejado. Hicimos fotos mientras El Jarillo despertaba poquito a poco.
 Desayunamos en el restaurant Refugio del Águila con pancito y varios tipos de fiambre y charcutería alemana,  huevos revueltos y los respectivos café y nestea. Ya comenzaba a calentar el día y René optó por echar un vuelito en el parapente monoplaza. No había casi sustentación, era muy poco lo que se podía hacer, así que decidió subir los 20 metros que ya había descendido en la ladera, esta vez haciendo una especie de escalada  con el parapente. Sin hacer ningún movimiento extraño y ya a punto de aterrizar la burbuja de aire lo desprendió en una caída totalmente vertical como de 4 metros hasta llegar al suelo estrepitosamente. Corrí a ver qué había pasado. No fue nada grave pero si sirvió para darnos cuenta de cómo ha cambiado la condición general de vuelo en ese lugar. Nos fuimos a la habitación a dormir un rato mientras llegaban los demás parapentistas. Las condiciones estaban suficientemente raras como para no querer volar ese día. Hubo más de una plegada en los parapentes e incluso había un piloto que abortó más de 5 aterrizajes porque no podía llegarle al aterrizadero. Si a eso le sumamos la tensa situación de la gente atravesada y regada por todas partes diría que estaba todo como crítico. 
Emprendimos el retorno, no sin antes hacer las compras de rutina,lo típico; galletas, suspiros, mermeladas y fresas, tanto para la nuestra casa como para las mamás. Terminamos la jornada con un buen sushi y después a descansar a casita. Seguro volveremos pero con menos congestión que en días de asueto. Más fotos aquí




martes, 24 de enero de 2012

REYES MAGOS VOLADORES


Cuenta la leyenda que Papa Dios, como muestra de adoración a su hijo recién nacido envió a tres Reyes Magos para entregarle ofrendas: el oro, la mirra y el  incienso fueron los que se hicieron presentes. De eso no sabemos mucho, pero la tradición, con el paso del tiempo se fue afianzando. Hoy, en muchos países, el dia de Reyes es incluso más importante que la Navidad o el Año Nuevo. Pero aquí en Venezuela ese día se acostumbra para dar caramelos y todo tipo de dulces a los más pequeños, siempre que se hayan portado bien.
Con el paso del tiempo, estas costumbres van perdiendo vigencia, sobre todo en un mundo tan globalizado y convulsionado como el que tenemos hoy. Es por eso que intentamos mantener vivas estas tradiciones, incluso dándole un matiz nuevo. Cómo? muy simple, haciendo lo que más nos gusta hacer. Volar.
Esta vez no hay botas colgadas, ni regalos debajo de la almohada, ni caminatas, ni caballos, tampoco camellos, batolas o coronas. Aquí lo que hay son tres paramotores, o más? que van por los cielos con sus mini paracaidas  llenos de dulces, que gracias a un amigo que donó toda la chuchería posible, pudieron tener un aterrizaje feliz.
El año pasado tuvimos nuestra primera experiencia organizando esta actividad, donde Hiram Pérez y Antonio  Aparicio, se unieron a René Kreft de la Fundación Expedición Eólica para atravesar el litoral barloventeño. Para ser sincera y después de todos los chascos que nos llevamos con las instituciones públicas que ofrecieron su ayuda y que terminaron dejándonos a la deriva dos días antes del evento, decidimos que esta vez nosotros llevariamos la rienda de todo, sin esperar a que ninguna dependencia pública intentara hacernos creer que nos ayudaría. Ya contamos con la ayuda de la comunidad de Tacarigua de la Laguna y eso es suficiente.
Por suerte, siempre hay amigos que están dispuestos a echarnos una mano. René y yo llegamos justo a mediodía al lugar de vuelo. Ya estaban Hiram (quien nos acompañó el año pasado) y José Manuel , dos amigos paramotoristas que se ofrecieron a volar con nosotros. A los pocos minutos llegó Tomy de Autana Aventura , quien decidió unirse también a esta fiesta. Ya no eran tres, sino cuatro paramotores. Pues, mejor! de seguros estos muchachitos lo agradecerían. También, para echar una mano en tierra llegó Kaipo de Ecoarcangel . Los pilotos estuvieron un buen rato concentrados, cada quien hacía los ajustes en sus motores, probando que todo funcionara bien. Despegaron uno a uno, más emocionados que los niñitos que allí estaban, a volar. El día estaba perfecto. Despejado. Con un cielo azul intenso, sin una nube y con la brisa marina soplando con la intensidad necesaria para estar en el aire toda la tarde.
Después de un rato de matar fiebre, aterrizaron, se montaron las bolsas de caramelos y salieron a desplegarse por toda la costa de la Laguna de Tacarigua. Mientras tanto yo estaba en tierra, viendo carreras de niños y grandes de un lado para otro, persiguiendo la estela de los Reyes Magos que iban soltando paracaidas, hechos con bolsas oxobiodegradables a los múltiples grupos que se aglomeraban por la arena. Claro que hubo papás que corrían por los más chiquitos y que se alzaron con más de una bolsa.
Así transcurrió la tarde y y ya con la puesta del sol cesaron las bolsitas voladoras, pero los pilotos seguían en el aire. Había luna llena y aprovecharon al máximo para andar por las alturas. Hubo que asistirlos con las luces de los carros para que aterrizaran en la pista improvisada porque a pesar de la noche clara, la luna no daba para tanto. Mientras tanto yo aprovechaba para jugar a tomar fotos con la luz que se reflejaba en el mar.

Nos despedimos luego de una cena llena de camarones, tostones y pescado mientras escuchabamos los cuentos de todos quienes estuvimos allí. Regresamos felices a casa, no sólo por el vuelo sino por la emoción de haber compartido una vez más con los niños de las comunidades que visitamos. Esperaremos hasta el próximo año y ojalá sean más los amigos que se unan a esta fiesta de caramelos que llueven desde el cielo! 

martes, 13 de diciembre de 2011

Celebrando la semana de la Discapacidad

 Del 28 de noviembre al 04 de diciembre se celebró La Semana de la Discapacidad en Venezuela. Contrario a lo que acostumbramos hacer, más René que yo, que es ir a algún lugar de vuelo, decidimos esta vez cerrar el fin de semana en un evento que había en Caracas.

Teniamos  la excusa perfecta. Mi sobrina adorada Alejandra era la reina de su colegio Invedin , e iba a desfilar en los X Juegos Deportivos Especiales Baruta 2011 que organiza la Alcaldía de Baruta y en donde van colegios no sólo del municipio sino de toda la Gran Caracas, como Avepane, Apoye, Asodeco, entre otros. Lo que no estaba claro era la hora del evento, así que llegamos ya pasado el desfile de las reinitas. Igual decidimos quedarnos más tiempo.


 El clima amenazaba constantemente con aguar la fiesta mientras veíamos la competencia de natación. En medio de tanta algarabía yo sólo tenía el único objetivo de encontrar a mi sobrina, hasta que nos vimos en medio de más de 600 personas. Siempre me ha derretido cuando se emociona , grita  mi nombre y se me lanza encima a abrazarme. Simplemente me llega al alma.
Jugamos un rato con su banda de reina e inmediatamente me fuí hasta la pista donde comenzaban a desfilar personas de todas las edades para las competencias de atletismo. Eso no era una competencia, era una fiesta. Me impresionaba cada vez más ver que todos los que corrían o eran empujados en sus sillas de ruedas llegaban muertos de risa. Y entonces? dónde está el espíritu competitivo? Pues, allí. Demostrando que pese a sus limitaciones lo más importante es darlo todo y compartir, porque nadie es mejor que nadie. Nada de caras largas porque llegó de último. Eso no se vió.  Y claro,Todos se fueron con sendas medallas. Felices todos!
Llegó un momento en que hubo que correr porque la amenaza se materializó y la lluvia, ligera, pero lluvia al fin empezó a caer. Pensé que hasta allí había llegado todo y todavía faltaba un montón de muchachos por correr. Mientras conversé con David Uzcátegui, Concejal de Baruta y a quien he visto en reiterados años en este evento, además si hay algo de su propuesta que me gusta mucho es que está convencido de la importancia de la integración de las personas con discapacidades al entorno social y laboral del municipio y por qué no, de este país.











La lluvia paró y una cuadrilla de voluntarios ´salieron como hormigas para escurrir el agua que estaba en la pista. Hora de seguir la competencia. No había tiempo que perder porque seguro llovía nuevamente. Llegó el turno de mi sobrina y yo quedé medio frustrada, que digo medio, la verdad quedé absolutamente frustrada cuando le tocó correr. Lo primero que dije fue " y por qué la ponen con niñas más grandes que ellas? Ay, eso no es justo vale. Lo segundo fue que el pitazo sonó tan rápido que le hizo falta un empujón de su maestra para darse cuenta que los 50 metros ya habían empezado a correrse y lo tercero, y el verdadero motivo de frustración fue que a esta tía balurda la traicionaron los nervios. No logré enfocarla mientras corría y lo que hacía era revisar la cámara una y otra vez, será que sí tomé la foto y no la encuentro? No, la foto no estaba.  Volteé al otro lado de la pista intentando usar otro comodín; René; me confirmó mi sospecha cuando dijo "no la pude agarrar". Ya yo tenía ganas de llorar, cómo no la pude fotografiar? Respiré hondo, muy hondo para contenerme, pero lo sabroso fue que esa pequeña corrió tan duro que se llevó a esas grandulonas por delante. Llegó sobrada, y de qué manera. Será por eso que no la logré enfocar? Listo. Esa es mi excusa y la mantengo. Mi súper gacela fue tán rápida que no ví luz.  Fue hermoso verla montada en el podio sobre el primer lugar. Sí, ya sé, son 50 metros, pero nadie me quita el orgullo que siento por ella.Punto.

Ya estaba entrada la tarde y casi todos habían corrido cuando nos fuimos. Quedamos complacidos de haber cambiado un día de vuelo por otro para compartir con estos amigos. René andaba de lo más contento cuando algunos de aquellos  preadolescentes y que ahora son unos jovencitos altos y apuestos, se acercaron para saludarlos. Estos muchachos volaron con él hace ya unos años en un evento que hicimos y con el que comenzamos todo el proyecto de la Fundación Expedición Eólica.  Me dijo "se acordaron de mí" con una sonrisa que no le cabía en la cara y cómo no acordarse de alguien que te regala el sueño de tocar el cielo, aunque sea por un ratico.? dije para mis adentros. Nos fuimos sonrientes y felices de dejar los pies en la tierra este día, pero con ganas de compartir pronto el cielo con algunos de los que allí estuvieron. Seguro que nos vemos en el aire.
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