Fundación Expedición Eólica

viernes, 4 de enero de 2013

Remando en la Gran Sabana (parte 1 de 2)

Sí, ya sé que muchos se preguntarán por qué fuimos a remar y no a volar a la Gran Sabana? Hace ya un par de meses René y yo habíamos decidido que en Noviembre iríamos al Sur de Venezuela, el plan inicial era ir un grupo con varios paramotores a volar donde se pudiera. Hubo algunas rutas trazadas que obviamos por la  logística complicada, optamos por dejar los inventos y el plan cambió a llegar al mismo lugar donde estuvimos hace dos años. Hice los contactos, gestioné permiso, conversé con gente de allá y se fueron dando algunas cosas. Los paramotoristas invitados arrugaron antes de salir, así que decidimos que iríamos solos; René y yo. Bienvenido todo aquel que quisiera unirse, pero sin variar el plan porque ya la fecha estaba cuadrada.
Pero como dice el dicho: "La vida es todo aquello que pasa mientras haces planes" justo dos semanas antes del viaje se fundió el paramotor en pleno vuelo. Sí, así mismo, fundido, lo cual sería un percance de pequeñas proporciones si estuviésemos en cualquier lugar del mundo menos en Venezuela, donde pasa a ser catástrofe de gran escala, y digo esto porque había que pedir el pistón a Italia, ya que aquí no se consigue, había que hacer transferencia en moneda extranjera, cosa que también se complica gracias al control de cambio, y por si fuera poco teníamos que esperar a que la pieza llegara para hacer el asentamiento del motor. Se pidió la pieza, se hizo la transferencia y esperamos un rato... La fecha estimada de salida era el 25 de noviembre, pero decidimos postergarla una semana dando chance por la piecita. A pesar de haberme hecho amiga del mensajero que trae las encomiendas, nada que llegó. El viernes 30 ya estaba decidido que bajábamos ese fin y así hicimos.


Después de un retraso en la salida, el domingo 02 a las 10 de la mañana nos encontramos con mi hermano en Guatire . Él en su carro y nosotros en la Cleta, rumbo a Puerto Ordaz. Conseguimos un poco de lluvia y yo llevaba a cuesta un poco de mareo. Me suele pasar que si no manejo termino medio chueca, así que le hice compañía a mi hermano Gero mientras intentaba dormir un ratito. Llegamos a tiempo para ir a comer al Orinokia Mall y comprar algunas cosas de última hora en la farmacia. Llegamos a la Posada Kavak donde nos instalamos en el breve paso por Puerto Ordaz. 

El lunes antes de que se asomara el sol, David, nuestro amigo de Guía Guayana estaba como un clavel, listo y presto a venirse también con nosotros. Al mejor estilo venezolano, donde tenemos la gasolina más barata del mundo, arrancamos cuatro personas en tres carros. Sí, para que tengan una idea, un tanque de gasolina cuesta 1 dólar si lo calculamos a precio oficial o 1/4 de dólar si es al paralelo...
En fin, ya pasando los cuatro grandes pueblos, que nunca sé en qué orden van, Guasipati, el Callao, Tumeremo y El Dorado, llegamos a Las Claritas, el punto más feo de todo el recorrido, pero el que saca la sonrisa porque ya allí observas perfecto el gran tepuy al fondo que es el macizo guayanés y el que se remonta subiendo toda la Sierra de Lema para entrarle a la Gran Sabana. Sin duda que es un recorrido que le cambia el rostro a cualquiera, subir ese bosque de verde intenso, húmedo, tupido y luego dejar ver esa inmensa explanada que se pierde de vista es algo que todos deberían vivir al menos una vez.

Ya allí me cambió el ánimo por completo, ya no había mareo que pudiera conmigo y el recorrido se me hizo cortico, eso sí, el trayecto estuvo con una llovizna perenne y una nube infinita que parecía no acabar, pero aun así fue sabroso. Era como una perfecta bienvenida bañada de rocío sabanero. Llegamos a San Francisco de Yuruaní, donde el contacto pemón debía estar esperándonos, pero hacía una hora que se había ido. No importaba, total, de seguro aparecía al día siguiente.
Fuimos raudos a acomodarnos, esta vez bajo una churuata inmensa y el terreno alrededor perfecto, llanito, como si una aplanadora hubiese hecho el trabajo, digno de  babeo para los que vuelan. La pista perfecta pues. Terminando de armar campamento nos cayó un palo de agua con furia. Sólo pensabamos en la planta eléctrica y si era capaz de sobrevivir, y la planta china sobrevivió!

A la mañana siguiente llevé a René y David que decidieron ir a remar desde el balneario de Soroape para conocer la ruta, yo me devolví al campamento y acordamos que en tres horas los buscaría en el río Yuruaní justo frente al pueblo.  Igual teníamos radio y por allí hablábamos.
Mucho antes de las tres horas estaba en el lugar acordado, una niñas pemonas me acompañaron a orillas del Río mientras tímidamente jugaban y yo era víctima de los hambrientos puripuris que se alimentaban de mí. Veía pasar troncos a cierta velocidad en el río y estimaba que no tardarían mucho en llegar. Decidí dar unas vueltas a ver si veía rastros en alguna otra parte, pero nada. Nuestra estimación inicial era llegar a la Represa El micro, y aunque estaba lejos, como 11 kms río abajo, intenté llegar, pero me perdí. Llegué a San Ignácio y de vuelta  paré en el lugar acordado pero nada. Seguí a Soroape a ver si habían remontado el río y tampoco. Comencé a angustiarme, teníamos radio pero ya no había comunicación, hacía rato que no hablaba con ellos. 

Me instalé en la orilla del río Yuruaní de nuevo y para tranquilizarme comencé a hacerle fotos a las niñitas a ratos y de vez en cuando daba gritos fuertes esperando que alguien respondiera. Pregunté a los policías por la represa y me dí cuenta que  si iban a llegar a algún lado no sería hasta allá porque estaba lejos de la carretera, aun así no perdía nada con llegar, no fuese que la corriente los hubiese obligado a seguir. Ya el tiempo apremiaba y veía como otra vez se formaba una tormenta con relámpagos al fondo, imaginaba la furia del río y a estos dos seres en kayaks inflables dando tumbos como los troncos que ví bajar un par de horas atrás. Uno de los policías de Kumarakapay, quien  me había visto pasar como 4 veces decidió acompañarme hasta la entrada de la represa, no fue sino justo allí cuando vi dos sujetos revolcados y llenos de barro hasta los ojos llegando a la carretera mucho más adelante del lugar acordado. 
Dejamos al amable policía y emprendimos el regreso que estuvo lleno de cuentos de los rápidos que no estaban en el plan, de un río con una caudal mucho más grande del que pensamos debido a dos días de lluvias trancadas, de un error de cálculo, pensando que nos encontraríamos en la playita del Yuruaní, cuando realmente el Soroape, por donde venían,  se une con el Yuruaní más abajo de la playa, y de toros enardecidos en el único claro donde estos kayakistas tuvieron chance de parar para no seguir río abajo sin saber a dónde iban a llegar y de cómo tuvieron que entrarle a varios pantanos para llegar a la carretera. De una antena de radio que caía al fondo del río y de las fotos que no hicieron porque la corriente no daba para sacar cámara sino para intentar llegar a puerto seguro. Ya contentos de estar en el campamento hubo comida y luego chocolate caliente, aderezado con los cuentos. Al día siguiente ya veríamos si podíamos pasear porque el amigo pemón tampoco apareció hoy. Como el cuento es largo, voy por parte.
Si quieres leer el resto, La historia continua aquí.
Si quieres ver más fotos dale aquí fotos "Remando en la Gran Sabana".

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