Fundación Expedición Eólica

miércoles, 6 de julio de 2011

UN VUELO EN PLACIVEL


Con el sorpresivo decreto de un día feriado adicional y sin tiempo para planificar un fin de semana largo, además que estaba el cumpleaños de mi mami el sábado,éste se dió sólo para llegar a lugares cercanos. Así que René y yo decidimos ir el domingo a Placivel, un lugar de vuelo en parapente que está en la carretera que une a La Victoria y la Colonia Tovar. Llegar es muy fácil. Aunque también se puede llegar desde El Junquito, lo ideal es tomar la autopista Regional del centro y salir en La Victoria. Allí no hay pérdida porque hay señalizaciones para llegar a Pie de Cerro y después a la Colonia.

Se comienza a subir aquellas montañas de clima fresco, llenas de verde por doquier y cuestas empinadas, pero nada que cualquier carro no pueda sortear. Ya avanzado el camino y si miras al cielo seguramente verás algún ala de color allá arriba.  Sabes que llegaste al despegadero porque te consigues un arco parecido al de la Colonia, pero más chiquito, con muchas vallas alegóricas a las actividades que se dan en la zona y una garita de la GNB. Una única casa de techo rojo es el lugar de encuentro. Allí estacionas el carro (porque el transporte es escasísimo) y te bajas a ver cómo es el proceso de volar.
Existen varias empresas que se encargan de comercializar los vuelos. Lo ideal es reservar con antelación para que la espera no sea eterna. Es muy fácil, contactas vía correo electrónico (puedes hacerlo también a basedenube@gmail.com) y ya coordinado todo te indican a qué hora tienes que estar allí evitando esas horas larguísimas, a veces con más de 20 personas esperando para volar y si el día no es el mejor puede que termines sin vivir la experiencia. Importantísimo: Sea donde sea el lugar donde vueles pide al piloto  su licencia de Fedevip  que es el organismo encargado de regular a quienes vuelan y también que tenga su paracaidas de emergencia. Requisitos vitales para saber que estás en manos expertas.
Para seguir con el cuento, esta vez fuimos a que René probara un parapente nuevo y yo por supuesto a hacer algunas fotos. Ya a punto de llegar, pasando la Hacienda Loma Brisa vimos a Joanna y a Frank, cada uno en su tandem hundiéndose por la poca actividad térmica del día. Esperamos un ratico a ver si los buscabamos pero ya ese tema estaba resuelto. Seguimos nuestro camino.
Llegamos arriba para darnos cuenta de lo malo que estaba el día, pero algo se hacía. René abrió el parapente y yo me quedé en la ladera esperando para fotografiar. Escuchábamos los comentarios de algunos pilotos de las tormentas que han estado por allí alojadas durante los días previos. Como día típico de tormenta la luz tampoco es la mejor para fotografiar, al menos para paisajes. Ya con todo listo René despegó los pies de la tierra y empezó a volar. Cazar termas, que son las corrientes de aire ascendente que te mantiene flotando, era una tarea difícil. Estuvo unos escasos 10-12 minutos en el aire y zuas.! descenso...
Otra vez a la ladera, armarse y salir a un segundo vuelo. Otro rato más arriba y todos los parapentes comenzaron a descender poco a poco, se veían telas de colores diseminadas por todas partes aterrizando.Como buenos amantes del aire volvieron arriba y desfilaban uno tras otro para salir. Esta vez René salió con la hija de un amigo en tandem mientras yo estaba en una de cuentos parapentisticos con los pilotos; Omar, Orlando Leyton, Joanna Di Grigoli, Frank Tovar, Alejandro mejor conocido como Ambulancia y algunos que no conozco. Comenzó a pegar una fuerte brisa producto de una nube con algo de lluvia que se metia del este franco empujando esa masa de agua hacia el despegadero. Apenas salpicaron unas gotas. Pasó la nube y los pilotos fueron aterrizando. Esta vez otra gran masa, ahora gigante venía del sur avasallando todo, se veían los valles de Aragua tragados por una nube gris en movimiento envolvente que se movía muy rápido.
 Era hora de decidir: esperar que pasara resguardados bajo techo un par de horas mínimo; regresar a Caracas vía  Colonia Tovar o enfrentar la tormenta y cruzarla, esta vez en carro. Decidimos lo último. Provisiones de perros calientes con salchicha polaca, par de refrescos y huida. Emprendimos la bajada y veíamos como la oscuridad  y esa masa de aire que se desplazaba hacia nosotros se iba comiendo la montaña. Parecía una película. Llegamos a la tormenta o ella a nosotros en plena bajada, por suerte y a pesar de la cola no hubo imprudentes tratando de pasar a otros.  Llegamos al plano y a pesar del agua cayendo no fue como esperamos.  Tomamos la autopista que más adelante ya no tenía señas de lluvia y deseamos llegar al hogar dulce hogar después de la tormenta.

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