Fundación Expedición Eólica

domingo, 16 de enero de 2011

Llegó el día esperado

Tanto dimos hasta que lo hicimos. Esa mañana despertamos ya con luz de sol asomándose. la tarea era sencilla, sólo había que andar los 200 mts de subida del campamento de Sorowapé con el paramotor a rastras, cruzar la troncal 10 y llegar a la la loma de donde intentamos volar la tarde anterior. Sólo llegamos Tomy, René y yo. Analis se quedó en el campamento, estudiando y cuidando todo. Armamos el parapente en un santiamén y nos dispusimos a despegar, esta vez en perfecta linea diagonal a toda la loma porque el viento estaba cruzado. No es capricho. Ya les expliqué que siempre se despega de cara al viento? Pues si, el viento de frente permite que el aire que entra por las bocas del parapente le den la sustentación que necesita, de lo contrario y cuando hay poco viento hay que generarlo con potencia en el motor o con la carrera si andas a pie.
Lo cierto es que ya estabamos más que ansiosos, nos pusimos los cascos, tapaorejas abajo y el ruido del motor a toda máquina hizo que me emocionara de más. Salimos por la loma de arenisca color naranja velozmente y ya con algo de potencia debiamos estar listos en el aire. Pero no: primera piedra, suficientemente grande para hacer tambalearnos.Seguimos rodando y alzamos vuelo, otra piedra un tanto mayor se atravezó, o bueno, ya estaba allí, en el lugar, pero no estaba en el plan de vuelo.  Ya sorteados los obstáculos  y a pesar de que me asusté mucho porque fue el despegue más difícil de toda mi vida confié plenamente en los reflejos de mi super piloto porque sabía que estaba haciendo lo correcto y así fue. Mientras el trike iba hacia un lado, él maniobraba el parapente hacia el otro para compensar y en un abrir y cerrar de ojos ya estabamos allí, en el lugar que tanto habíamos soñado y que nos motivó a iniciar esta experiencia que cambiaría nuestra manera de concebir el vuelo para siempre.
 Ya arriba comencé a disfrutar el paisaje, la inmensidad de la sabana se abría ante nuestros ojos y yo enmudecida sólo intentaba ver más allá, buscando los tepuyes orientales que estaban escondidos por una capa de nubes bajas. Comenzamos a subir y veíamos como se asomaba el Río Yuruaní y Kamarakapay, el poblado mejor conocido como San Francisco de Yururaní,a lo lejos. Ver el verde intenso, combinado con líneas ocres de paso de caminos abiertos, algunos de ellos indiscriminadamente, sin lograr divisar a donde llevaban me daba idea de cuán vasta es la zona.
Nos metimos en una nube ligera y al pasarla fue un espectáculo mágico. Sobre esa capa se veía como por arte de magia los tepuyes flotando sobre nubes, con un azul intenso de fondo.  Esa vista duró sólo unos segundos. Las nubes comenzaban a formarse rápidamente y a descender por lo que miré a René en señal de"vamonos pa´abajo", total, quedaba bastante tiempo para volar. Ya más cerca del suelo vimos algunos lugares aptos para despegar, mucho más planos y menos tortuosos que el que acababamos de usar y que me tenía todavía con el corazón medio acelerado. Sobrevolamos nuestro campamento, saludamos a nuestra compañera que estudiaba abajo mientras  nosotros, René y yo gozabamos con el frío sabanero en las alturas .Nos enrumbamos de nuevo a la loma. En el lugar nos esperaban la Concejala de Santa Elena y su hija, quienes estaban pendientes de nuestra travesía por el lugar.
Ya aterrizados conversamos un rato con nuestras anfitrionas, y nos fuimos convencidos de que debiamos mudar el campamento. Este primer vuelo, apenas me dejó ver a lo lejos los tepuyes, así que iba por más, pero lo primero era buscar el lugar que permitiera tener la seguridad de volar y hacerlo, además con un indígena de Parai Tepuy. Esa era nuestra misión y había que cumplirla.
Con todo recogido fuimos a Kamarakapay, pero esta vez rodando y allí nos encontramos a José Ramón Lezama,  un jóven pemón quien nos acompañaría en nuestro paseo del día. Ya con algo de nubes y posible lluvia en la tarde nos fuimos a Quebrada de Jaspe, para darnos un buen masaje con esos chorros de agua cayendo sobre nosotros. El agua helada, como toda agua que corre por esa zona; llegamos a mediodía donde la luz del sol incide directamente sobre el Jaspe rojizo y lo hace más brillante. El guardaparques nos comentó que subiendo la quebrada a unos 3 kilómetros se puede observar Jaspe Verde y Violeta. Lo malo es que no está permitido el paso porque la gente, de manera inconciente se lleva el Jaspe, quebrantando la fragilidad de la zona. 
Seguimos rumbo a Santa Elena de Uairén, como era de esperarse a comer en las típicas churrasquerías hasta saciar nuestra hambre. Regresamos con tormentas en todo el camino y nos tocó armar el campamento bajo la noche nublada. Cansados de tanto rodar y todavía llenos con tanta comida obviamos la cena y optamos por  un tecito . Otra noche bajo  la  luna llena  y además contentos  de haber podido ver la Sabana desde el aire. Para leer más dale aquí Surcando Cielos en la Gran Sabana


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