Fundación Expedición Eólica

lunes, 7 de febrero de 2011

Surcando cielos

Después de haber pasado el día con nuestro amigo Pemón José Ramón, quedó claro que sería él quien viajaría en nuestro paramotor como embajador de su tierra ancestral. Esa mañana amanecimos más temprano con el cantar del gallo de nuestro despertador;Tomy. Ahora incluso antes de salir el sol, para aprovechar todas las condiciones. Esta vez René volaría en monoplaza (parapente de una sola persona) para hacer algunas pruebas y evaluar mejor las condiciones. Así lo hizo, salió en un abrir y cerrar de ojos rumbo al Kukenán. Voló sobre una Sabana húmeda y arropada por una ligera capa blanca de nubes. lo vimos perderse ante la grandeza del lugar  y yo queriendo estar también allí. Después de un par de horas regresó; exhausto. La capa de nubes, aunque ligera estaba a unos 50 metros  de altura del lugar donde estaba el campamento. Oíamos el motor pero no lo veíamos y René sobre la nube menos nos veía a nosotros. Con todo y GPS es bueno tener visual para aterrizar porque hay muchas lomas en la zona.  Así, como por arte de magia se abrió un huequito y por allí entró, ya en vuelo visual a aterrizar, pero el viento para variar estaba cruzado de nuevo. Giró 180° y las rueditas tocaron la tierra firme. Felicidad  total. Ya José Ramón estaba con nosotros, pero el viento estaba fuerte y había amenaza de tormenta. Desayunamos esperando mejores condiciones. Llegó el mediodía y ya veíamos claramente lo que se avecinaba. La Sabana es un lugar particular, único por decir lo menos. Sus condiciones climatológicas son tan cambiantes e impredescibles que si no estás allí no crees que sea posible que eso ocurra. Vimos cortinas de lluvias por todas partes, pero eran masas independientes. Al Sur una masa densa que avanzaba al noreste. Al este una cortina que se dirigía al Suroeste, y así , hasta que nos tocó pasar un par de horas bajo la churuata contando cuentos, mientras tapabamos los parapentes, paramotores, cámaras y demás. Fue una tertulia sabrosa y mojada porque el viento se empecinó en soplar de tal manera que era inevitable huir del agua en cualquier lugar debajo del techo de palmas de moriche.

 En la tarde bajamos a San Francisco de Yuruaní, no había más hacer sino esperar hasta el día siguiente. Ya la angustia comenzaba a exasperar. Quedaban técnicamente día y medio y las condiciones no habían permitido volar con los pemones. Mañana sería el día. Al menos eso esperabamos.Cada mañana la levantada se hacía un poco más temprano. Con cero contacto con la civilización, sin señal celular, acostarse temprano era la opción. A pesar que René somos medio noctámbulos el cansancio nos agobiaba temprano. Ya el viernes había que intentar, y además ligar que las condiciones se dieran para lograr nuestro objetivo. El “Campeón del pueblo” como se autodenomina José Ramón, llegó temprano, y con cámara en mano se sentó, se colocó el casco y esperó el momento. Fueron varios los intentos, pero el viento cruzado no dejaba avanzar más allá de un punto. Yo tenía el corazón en la garganta cada vez que arrancaban porque sabía que René hacía lo mejor posible pero las condiciones estaban medio choretas. Creo que fue al cuarto intento cuando ví pasar el punto de inflexión, ese que cuando uno conoce la dinámica  dice LISTO! y ya con la velocidad suficiente miré la nariz del paramotor alzarse. Sabía que si habían llegado allí el aire era lo que venía. y así fue. Nuestro embajador y ahora amigo José Ramón estaba arriba, mientras yo recordaba a Mark Twain con su frase "El aire allá arriba en las nubes es puro y fino, energizante y delicioso Y ¿por qué no debería serlo? es el mismo que respiran los ángeles".
Y mientras ellos surcaban cielos Yo estaba plenamente feliz con este viaje, aún y cuando probablemente yo no volviera a volar en este viaje porque nuestro regreso estaba previsto para el día siguiente, pero ya nuestra misión estaba cumplida. Pudimos mostrar su hogar, su jardín, su patio desde el aire a quien lleva una vida despertando ante ese paisaje imponente. Le mostramos otra perspectiva de su hogar, pero sobre todo otra manera de ver la vida. Su sonrisa al bajar era suficiente para saber que la brisa en su rostro con los ojos llenas de verde y paredes verticales  al fondo eran una manera de ver lo que antes no había visto, al menos no con esa libertad. Después de aterrizar nos contó historias en pemón, de cómo se originaron los tepuyes, de por qué el wadaka piapué se llama así y por qué lo denominaron el árbol de la vida. Feliz y sonriente se fue a casa, pero esta vez con las manos llenas. Hubo donativos de juguetes, cuadernos, creyones, ropa y dinero para suplir algunas de las carencias con las que viven los que moran en Parai Tepuy y que no pudimos llevar nosotros mismos por temas de logística .. Ya era hora de descansar y .... por qué no, intentar volar nuevamente. En la tarde se hizo un vuelo corto, todo estaba nublado y no había mucho que ver. Había que empacar para regresar porque el camino era largo. Esa noche transcurrió entre cuentos de las viviencias en los vuelos. Chistes, anécdotas, fotos y videos. Era hora de dormir para madrugar, esta vez para emprender nuestro retorno.
Nos levantamos tempranos pero esta vez ya con luz, queríamos descansar lo suficiente para remontar el recorrido relajados. La veleta que seguía colgada besaba el piso indicando que no había naaada de viento. Yo, en pijamas todavía estaba asombrada con la belleza de esa mañana. La luz estaba simplemente perfecta. Pusé la cámara de video a grabar fijamente para tener esa imagen. y me dispuse a hacer fotos. 
De repente se escuchó un grito " Ciiiiclo, está entrando un ciclo" "un ciclo, mira la veleta" mientras sentía como el viento comenzaba a despeinarme más de lo habitual. Volteé, vi las caras de los involucrados y en una especie de código corrimos con las cámaras en mano. Teníamos en visual a todos los tepuyes, había llovido lo suficiente para limpiar aún más la atmósfera y yo no quería perderme esa fiesta. El despegue duró unos..3 minutos'? todavía estaba chequeando la cámara cuando me ví en el aire. Comencé a gritar en lo que para mí fue el mejor vuelo de mi vida. Ya no había cortinas de nubes en ninguna parte, los tepuyes esta vez no flotaban. Simplemente estaban allí para nosotros. Para mí. Lo malo de esto es que tenía una cámara de video grande y mi cámara de fotos. Así que la plenitud del disfrute estuvo opacado por la conducción de estos artilugios necesarios para capturar estos mágicos momentos que son únicos y que sabemos no se repetirán, al menos en las mismas condiciones. Mientras me veía arriba no creía lo que veía, mi pecho se sentía expandido. Fue una sensación rara pero de plenitud absoluta. Era más de lo que esperaba. Simplemente soñado.
Al aterrizar después del más maravilloso vuelo no podía borrar la sonrisa de mi rostro. Ahora, hasta los puripuris me caían bien, porque sabía que todo había valido la pena. Sólo esperabamos tener la opción de repetir esta travesía, pero esta vez con la oportunidad de planificar con tiempo cada detalle y poder compartir el cielo con más niños y jóvenes de alguna de las localidades de esa imponente región milenaria.Por ahora sólo nos queda decir... Hasta pronto Gran Sabana.!


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