Fundación Expedición Eólica

domingo, 26 de diciembre de 2010

Iniciando el recorrido, Puerto Ordaz- Gran Sabana


Después de dormir plácidamente en la Posada Kavak de Puerto Ordaz y ya con todo ordenado en los carros, salimos a hacer el respectivo mercado y comprar hielo en panela, vital para la estadía. Todo esto después de resolver algunos detalles con la base donde se fija el Paramotor a la camioneta. La noche anterior apenas estacionarnos la U que la deja fija se dobló tanto que quedó como una O. Había que resolver ese tema o tendríamos dolores de cabeza. Arrancamos e hicimos nuestra primera parada en Upata a comer, nada excepcional. Por el contrario yo quedé frustrada con mi cachapa que debía venir acompañada de muucho  queso guayanés, total estabamos en Guayana ,no?  pero el queso  era la cuarta parte cuando mucho de una cachapa estándar. Mis ganas de darle al estomago  algo liviano por aquello de comer poco mientras manejo no me sació así que el trayacto estuvo acompañado de platanitos y chocolate.
Agarramos carretera, por un lado iban Tomy y René cayándose a cuentos de aventuras y por el otro Analis y yo, contándonos la vida completa. Llovía a destajo en el caminos mientras pasabamos Guasipati, El Callao, Tumeremo, y El Dorado, hasta llegar a Las Claritas, el lugar más dantesco de toda la ruta. Llegamos a la bomba a 5 para las seis de la tarde con la oscuridad de esta época a cuesta. En ese momento entendimos cómo iba a ser todo el viaje con el combustible. La guardia había cerrado la bomba y la más cercana estaba en el Fuerte Manicuyá a cientos de kilómetros de allí. Aún así decidimos seguir. Pasamos la Sierra de Lema, un bosque húmedo  de selva tropical bajo el cielo despejado pero sin luna. Hermoso. Después de pasar la piedra de la Virgen con sus velitas prendidas se abrió ante nuestros ojos aquella Sabana inmensa, que a pesar de la oscurana ,sólo alumbrada por estrellas, daba pistas de lo grande que es. Emocionados de estar allí seguimos rodando para darnos cuenta que no llegaríamos a nuestro destino con el poco combustible que teníamos en la camioneta. Hicimos la parada en Rápidos de Kamoirán, total, tenían hospedaje y una bomba que abre a las 7 de la mañana. Hacía frío y el cansancio ya pegaba. Era hora de un baño donde no hay calentador, sino agua directa del río helado por decir lo menos. Para calmar el hambre unos sanduchitos que hicimos entre todos. Uno ponía el pan, el otro le untaba mayonesa y otro queso y jamón, total lo que venía era camaradería así que era mejor hacer todo en equipo. Las camas sin pretensiones, que dan sólo para estrellarse en ella y no buscarle más vueltas al asunto. Sólo poner la cabeza en la almohada fue suficiente para desconectarnos hasta el amanecer. No hizo falta despertador, la luz de la mañana se colaba por la ventana y si no los gallos que duermen en la puerta de las cabañas se encargan de lo suyo. René fue el primero en salir y yo detrás a tomarle fotos al río que pasaba como a 50 metros de nuestra habitación.
Así estuvimos hasta la hora de llenar los tanques de gasolina para enrumbarnos a San Francisco de Yuruaní. Hicimos la parada obligada en Salto Kama o Kama Merú. Imponente caída de agua que deja desbordar su fuerza con toda esa lluvia caída en los meses propios de invierno.  De allí nos lanzamos raudos pero no veloces hasta kamarakapay. La primera impresión del lugar fue medio extraña, nos sentamos a comer mientras veíamos los videos de reaguetton o como se escriba que están de moda. Chino y Nacho a la vanguardia y yo me dije “he rodado tanto para escuchar esto aquí?” raro ,verdad.? Definitivamente no escapamos a la globalización. Ya con el estomago lleno después de hacer el desayuno-almuerzo y con el primer destino marcado en la agenda era tiempo de hacer los contactos para  llegar a Parai Tepuy. El objetivo: trasladarnos en rústico con los paramotores a custa para iniciar el vuelo desde allí. La primera mala noticia: “Los vehículos de la comunidad estaban dañados y sólo había uno que era usado como transporte escolar”. Ya con este pequeño detalle había que cambiar toda la estrategia. A Parai Tepui sólo se le llega en rústico . Este es el último asentamiento indígena próximo a las faldas del Roraima. Parada obligada para todo aquel que quiere llegar a la cima de este Tepuy.
Nos fuimos a predios cercanos a la carretera para buscar un lugar donde basar el campamento y que a la vez permitiera despegar para enrumbar a Parai Tepuy, esta vez por vía aérea. Nos encontramos con Sorowapé, un campamento con muchas cabañas y un río dívino, con sus cascadas buenísimas para masajes y sin un alma en la zona, perfecto por ahora, pero había un detalle, no se podía salir desde allí, al menos con el trike biplaza, carrito con tres ruedas que lleva a dos personas a cuesta. Rodamos por las cercanías y cruzando la troncal 10, justo al otro lado de esa carretera que atraviesa la Gran Sabana estaba una loma. Era hora de probar el lugar. Armamos los paramotores y Tomy alzó vuelo sobre la Sabana. Apenas despegó los pies de la tierra la veleta comenzó a indicar cuán cambiante pueden ser los vientos en el lugar. De una brisa casi nula , el viento comenzó a cambiar de dirección y a aumentar la intensidad a tal punto que René y yo que estabamos con el motor encendido listos para salir  fuimos arrastrados hacia atrás de una manera brutal. Clavamos los pies  fuertemente sobre la arenisca color naranja intentando no ser arrastrado loma abajo, mi pierna comenzó a dolerme y pensé que me había desgarrado el músculo , el dolor en el momento se tornó insoportable. Apreté los dientes y fingí un rato. Total, lo que más quería era volar. Sólo pensaba en cómo pasaría los siguientes días con ese dolor. Sí, ya se. Un tanto exagerada yo.!
Mientras tanto veíamos a Tomy sobre nosotros, literalmente estacionado en el aire, el ventarrón no lo dejaba avanzar. René y yo volvimos a intentarlo pero esta vez, con saldo negativo, otra corriente de aire hizo que el parapente plegara al intentar levantarlo y una línea o cuerdita de las muchas que lleva el  parapente se rompió al contacto  con la hélice  que giraba lista para trabajar. El sonido me hizo temblar, nada mas de pensar quedarnos varados sin poder volar después de todo el corre corre. En ese momento me dí cuenta de cuántas cosas podían pasar y  no salir tan bien como esperamos. Afortunadamente René la reparó, pero ya no había chance para volar. Frustración!
Para no desarmar el paramotor  decidimos llevarlo rodando toda la loma , cruzar la troncal nuevamente y despeñonarnos hasta el campamento en Sorowapé. Total, mañana a primera hora había que volver a subir para intentar el vuelo.
 Tomy armó las dos carpas, y René y yo hicimos uso del invento en la camioneta. Unos listones sobre  una base y ángulos de metal hecha en casa daban soporte al colchón y con las cobijas y edredones no había por qué extrañar el hogar. Cenamos rico, conversamos, miramos las estrellas y yo jugué a la fotógrafa mientras destellos de luz se veían sobre el Kukenán y el Roraima producto de una tormenta que por allí pasó.  Con semejante espectáculo dormimos felices, esperando el amanecer para surcar los cielos de la Sabana inmensa!





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